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domingo, 17 de enero de 2010

Cómo es el recital de Metallica


El World Magnetic Tour muestra a los Fabulosos Cuatro del metal en plena. forma. La crónica de su show en Sacramento, EE.UU., el 8 de diciembre pasado.

'¿Tenemos algunos guerreros acá esta noche? ¿Algunos gladiadores?', interroga James Hetfield desde el escenario. Antes que los veinte mil fanáticos terminen de responder a los gritos, Metallica ya está en otra cosa. O en lo mismo. Acelerando como si la vida les fuera en cada acorde. Si el Arco Arena fuera una especie de Circo Romano del siglo XXI, los Metallica se retirarían invictos, pulgares arriba.

Cuando empieza "Sad But True", después de esos segundos inciales, la banda hace una pausa que parece eterna. Hetfield se toma su tiempo, respira sobre el micrófono, escupe a un costado... y entonces sí, arranca ese riff tan heavy como la pisada de un elefante. Termina la canción y el cantante sonríe, escarbándose los dientes con los restos del enemigo.

Antes de que Metallica entre en escena, el clima es el de cualquier concierto con entradas agotadas. Gente que viene y que va. A servirse otra cerveza o a comprar una remera que en la espalda dice World Magnetic Tour y cuesta exactamente 42 dólares. Dos horas más tarde, de las birras no quedará nada y del merchandising, el saldo. Pero cuando se apagan las luces ya no es lo mismo. Esperar la salida de Metallica no es lo mismo que esperar a U2 o Coldplay, por mencionar a dos bandas que también llenan estadios. Las chicas se ponen histéricas cuando sienten que en cualquier momento Bono o Chris Martin se van a corporizar, haciéndoles estallar el pecho de amor. No, con Metallica es diferente. Es como el rugido de los motores en la largada de una carrera de TC. Aunque para que Los Fabulosos Cuatro del metal finalmente den por iniciada la competencia faltan todavía unos minutos. Primero tiene que sonar la intro, "The Ecstasy of Gold", y después, ya con la pista del primer tema, "That Was Just Your Life", se desata una guerra de rayos láser que parece dirigida por George Lucas. Recién ahí podemos verlos a ellos: James, Lars, Kirk y Robert, más conocidos como Metallica.

Enseguida pegan "The End Of The Line", otra del álbum Death Magnetic. "Creeping Death" es el primer clásico y cuando llega el momento del 'Die, Die, Die!', el grupo suena sincero, como si realmente quisieran que todo el mundo cayera muerto. Ya pasaron casi treinta años desde la salida del disco Kill´Em All, pero la actitud de Metallica sigue siendo la misma: matarlos a todos. Es probable que en 1983 tuvieran la intención de hacerlo, pero en 2009 sólo están actuando. Metallica en vivo es el espectáculo de heavy metal más impresionante del mundo. Tras haber superado la experiencia terapéutica documentada en el film Some Kind Of Monster, James Hetfield y Lars Ulrich, los únicos sobrevivientes de aquella explosión thrash original, se miran cara a cara y ya no se odian como en el pasado, disfrutan el presente.

El escenario es austero. Ubicado en el centro del estadio, es como el ojo de un volcán que hace erupción antes de "One". Mientras se escuchan los tiros y las explosiones, el piso echa literalmente fuego por todas partes. La batería está en el centro, con hileras de amplificadores a los costados. Eso es todo. La acción está en el techo. Sobre ellos cuatro cuelga el sistema de luces y sonido. Como suspendidos en el aire, suben, bajan y rotan cuatro ataúdes luminosos que durante la canción inundan de rojo a los músicos, como bañándoles en sangre. Hechos de aluminio, es toda la parafernalia que Metallica necesita. Acá no hay locomotora como ni Eddie.

La interacción de los músicos es diferente a la que se produce con la configuración tradicional de un escenario. Cuando Hetfield elige cantar desde uno de los tantos micrófonos dispuestos, Hammett está haciendo un solo en la otra punta, Trujillo anda trepado sobre algún equipo de bajo y Ulrich va girando hacia los cuatro costados. Cada tanto se encuentran, intercambian muecas y siguen cada uno su camino. Tienen que abarcarlo todo y no encuentran tiempo suficiente como para ser una banda común y corriente. "All Nightmare Long", "The Day That Never Comes", "Master Of Puppets", los temas son tan largos que alcanzan para que puedan recorrer cada centímetro del lugar, ida y vuelta. La dinámica funciona, el movimiento permanente da la sensación de que algo imperdible está sucediendo. Uno tiene que elegir a quién seguir con la mirada. Es difícil establecer contacto con los cuatro a la vez. Por eso "Nothing Else Matters" es un respiro. Recobran fuerzas y atacan de nuevo con "Enter Sandman".

El cierre es de otro planeta. Es como si sacaran a los hijos a pasear. Después del orgullo, la pasión y la gloria los tipos deciden tomarse un recreo justo antes de bajar el telón. Suena "Seek And Destroy", Hetfield exige un último esfuerzo, el soplo final de energía y para eso inundan el estadio con pelotas playeras que, al menos, son color negro metal, con el logo de Metallica en blanco. Confieso que después de cantarle tanto a la muerte, transformar al Arco Arena en un pelotero le quita dramatismo al show. Es una licencia que se permiten para, a la noche siguiente, salir a destruir y matar una vez más.

Lars Ulrich le dijo en exclusiva a Rolling Stone que ya no dan las cosas por sentado. El tiempo pasa, se van poniendo viejos y no saben hasta cuándo podrán seguir dominando a la bestia que es Metallica.

Por Gustavo Olmedo, enviado especial a Sacramento, EE.UU.

La lista de temas del concierto de Metallica en Sacramento el 8 de diciembre de 2009: That Was Just Your Life;
The End Of The Line; Creeping Death; Fuel; Fade To Black; Broken, Beat And Scarred; Cyanide; Sad But True; One; All Nightmare Long; The Day That Never Comes; Master Of Puppets; Fight Fire With Fire; Nothing Else Matters; Enter Sandman; Breadfan (Budgie cover); Motorbreath y Seek & Destroy.

Fuente: www.rollingstone.com.ar

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